Me llegó una invitación en el Facebook para que asista a “La marcha en favor de la Tierra plana como centro del Universo”. Invitación con jiribilla, claro está. Por aquello de los marchantes (hoy) de moda y copiosos que reclaman como propio el derecho etimológico del sustantivo “familia”. Esos que el Sábado atiborraron las calles para exigir que el matrimonio siga siendo potestad exclusiva de los beatos. Los que solo quieren que haya maridos con maridas y no mezclas. Intelectuales del siglo XVI, aparentemente.
Pronto también habrá la marcha contra la “igualdad de género”, la abolición de la esclavitud, el Tratado de Independencia y la extinción de los Dinosaurios (¿porqué nunca nadie marcha en favor de los dinosaurios? pobres, me da un algo). Cierto es que estos temas tan de moda y profundamente polarizantes me vienen guangos. Frases como el “1+1=2”, “Todos venimos de un papá y una mamá” o “Familia solo hay una, cuídala” son tautologías tan de flojera que ni la pinche cartulina que se gastaron carajo.
Cierto también es que, esa gente que (por fin) se levantó del sillón, se organizó, pintó cartulinas y salió a marchar, salió a defender algo. Salió creyendo que defendía algo. Algo que cree le pertenece: la idea fundacional de eso llamado “familia”. Lo trascendental aquí es que salió. Que se levantó de ese sillón. Que se organizó. Que hizo las cartulinas e hizo algo carajo. Cientos de miles de personas en este país se pararon de su sillón en Sábado para que los gays no se puedan casar. Eso a mi ya me tiene pasmado. Somos unos revolucionarios caray.
Poco importa que estos “ideales” que los revolucionarios defienden estén basados en un libro escrito por gente de la prehistoria que creía en un ser invisible, al que nadie ha visto nunca y por el que se ha matado -en su nombre- a más de la mitad de la población que ha pisado la tierra. Libro por cierto, plagado de contradicciones argumentativas e imprecisiones narrativas, como aquel “no robarás” de los mandamientos dictados a Moisés y descritos en su Éxodo (20:15), pero olvidados pasajes mas adelante por el mismo Moisés cuando afirmaba que los judíos despojarían a los egipcios de sus vestidos y oro por obra y misericordia del Señor. O como cuando en el evangelio de Lucas se describe como el hijo de Dios de nombre Jesús, ordena a sus discípulos «robar» un asno atado a las afueras de Betfagé y Betania antes de su entrada a Jerusalén. La Biblia, el best seller de ficción más vendido en la historia también es el menos leído. Me temo.
Pues me parece también que si más de alguno de los otrora “marchantes por la familia” se tomara el tiempo de leer a bien el libro que dicen defender (y no solo los panfletos dominicales impresos en la copiadora de la parroquia), comprenderían que de la máxima del “no juzguéis, para que no seáis juzgados” depende en gran medida su entrada al reino de los cielos (que tanto atesoran), porque “con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido”. Y pues, que pinche miedo. Irse uno a parar frente al creador en el juicio final y con tanta pinche loza encima. Yo por eso dejo a todo mundo hacer lo que le de su puta gana. Palabra del señor.
Debo confesar que la fotografía en el periódico de la señora marchante con la pancarta de “¡Viva la Familia Michoacana!” me hizo mi fin de semana. A eso me refiero con que habría que leer un poquito más. O no. Da igual. Y hablando de eso. Pensando yo en mis adentros: ¿por qué no mejor una marcha para liberar al mártir Mireles?, ese que se apretó los huevos y salió a hacer el trabajo que la policía no hacia en su pueblo. El indiscutible libertador michoacano. Líder del verdadero “escuadrón suicida” que fueron aquellas autodefensas. Nuestro Batman de carne y hueso, preso hace ya 2 años en una cárcel federal por defender a los suyos y (también picarón) a las suyas. ¿Por qué para esas mamadas no nos organizamos nunca?. ¿O nos paramos del sillón?. ¿O dibujamos pancartas?.
Tengo una amiga lesbiana que dice estar en contra del matrimonio igualitario porque dice que así se siente menos agobiada con la idea de tener que dejar su soltería. En palabras de ella “que se casen los pendejos”. Pensó seriamente en acudir a la marcha por la familia. Dice estar muy asustada, la pobre. La otra verdad de las cosas es que comparto con ella la idea básica de que el matrimonio igualitario NO es la solución. Después de todo el concepto cultural, antropológico e institucional del “matrimonio” es un concepto religioso. Y también lo son sus cargas dogmáticas e intangibles como el “amor eterno” y el “juntos para siempre”. Si la sociedad ha llegado al punto de aceptar que la unión de hombre con hombre, y de mujer con mujer, y de mujer -que era hombre pero ahora es mujer- con hombre -que era mujer y ahora es hombre- son de lo más normal y corriente, porque no deshacerse también de una vez por todas de las ideas esotéricas tan arcaicas del “hasta que la muerte los separe”.
Existen grupos LGTB en Estados Unidos y Europa que se oponen al concepto de matrimonio igualitario porque eso implicaría –en primera instancia- apropiarse de conceptos ajenos que ya no pertenecen a estos tiempos y a estas sociedades. Y que, por más romántico y utópico que suene el “juntos para siempre”, se debe entender como una idea extraída del concepto judeo-cristiano de la unión entre el hombre y la mujer. Y que aquello que “Dios ha unido, ningún hombre lo separe” ya sabemos que sí es separable, y que también está bien. Y que nadie se va a morir por eso. Entonces que, el verdadero progreso de la especie humana estaría en desaparecer el dogmático, arcaico y primitivo concepto del matrimonio. Por lo menos ese de la parafernalia mamona y cursi, que se lo jura todo frente a un altar. Vamos siendo más prácticos carajo. Aunque pues, también como ya dije, cada quién su papalote verdad.
Por último, y no menos importante. Estar en favor del matrimonio igualitario no te hace liberal. Ni –mucho menos- mejor persona. Simplemente te coloca en el mismo lugar de aquellos en el mapa que ya vemos la tierra redonda, y girando, y aquellos que ya hemos superado los Tratados de Guadalupe-Hidalgo y la extinción de los dinosaurios. Simplemente te hace un observador más de las obviedades del mundo. Creo –también- que el verdadero liberalismo pasa por temas mucho más profundos que el estado civil o la unión sentimental de las personas. Ya sabe, temas como el hambre, la desigualdad social, la guerra, o la calidad de vida.
Sí, soy un chairo.
Qué oso.
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