Al menos que usted viva en una de esas utopías nórdicas, los debates públicos de su realidad pasan por contextos un tanto más “dramáticos” y reales -por así decirlo-. Ya sabe, aquí en los países normales, con gente normal y corriente, nuestros debates públicos tienen que ver más con cuestiones del tipo: ¿seguimos metiendo a las cárceles a las mujeres que cometen aborto?, ¿y si dejamos casarse a quién quiera casarse con quién quiera casarse y ya?, ¿y si los ciudadanos (sin partido) también pueden contender a cargos públicos?, o –fíjese usted- ¿deberíamos dejar sin trabajo a los maestros atrasados