Va a estar largo, así que mejor váyase por el cafecito y apágueme el guatsap. Pare oreja. Se va a poner bueno. No pierda detalle. Aquí mis reflexiones (y desenredos) sobre los mitos más difusos de uno de los hombres más complejos de la reciente historia política mexicana. AMLO: el eterno redentor. El mito. El “populista”. Nuestro “mesías tropical”. La última coca en el desierto. ¡Ah! y también de la bola de gatos que como él pretenden gobernar el país. Puro candidato bien. Y así. Empecemos por lo primero (obvi). Por lo bueno. El PRI y su candidato de Yale:
Dicen las encuestas (encuesta. dícese de aquellas mágicas fórmulas encapsuladoras que lo explican todo) que cerca del 30% (o “3 de cada 10 güeyes”, según la mayoría de encuestadores) de los habitantes del benemérito Estado de México, sigue pensando –ante todo vendaval- votar (sí, escuche esto) por el PRI. Así como lo oye. Después de 87 ininterrumpidos años del Partido Revolucionario Institucional gobernando la entidad, su candidato, el benemérito joven Del Mazo III, encabeza la mayoría de las encuestas estatales a gobernador. Luego entonces, extender el numerito record hasta los 93 años. Después de 87 corridos años del
Acabo de prender la tele, a tres días de la muerte de Fidel Castro, son las 6 de la tarde (tiempo de Cancún) y sintonizo el canal 13 (uno de los 4 canales de mayor cobertura nacional, quizá el segundo en importancia y audiencia): dos conductores (una chica y un chico de escaso recurso intelectual y de nulo atractivo físico) entrevistaban a la dueña de un perrito maltés, sin mayor atributo –al parecer- que el de ser su dueña. Intentaban conseguirle un amiguito –otro perrito- para que fuera su cita a ciegas y ambos pudieran irse a correr por el
Vengo a hacer una ampliación / aclaración/ extensión de lo ya dicho. Si bien en la última parte me dediqué a ahondar en el “porqué” de la victoria de Trump: donde básicamente le echo la culpa toda a los millennials, clase medieros y a esa izquierda radical sospechosista que se tragó completito el discurso mediático de que los Clinton son peor que los Bush, y además, lo alimentaron (desde esa retórica sospechosista). Y de que, para hacernos entrar en razón a todos -y a modo de receta-: nos merecíamos padecer este cataclismo político-histórico que representa poner a un tipo como
“¿Porqué ha ganado Trump?” me parece la pregunta incorrecta. Lo correcto sería preguntarnos: ¿porqué ha perdido Hillary Clinton?. No se maten. Que estaba yo con los demographic elections data de la CBS y me dio un algo. Aquí el resumen: los americanos blancos (de todos estratos sociales aunque en su marcada mayoría: blancos de clase alta o muy alta y blancos de clase baja o muy baja, en una de esas paradojas ininteligibles de la vida) han votado por Trump (y su derecha radical/nacionalista/cristiana o lo que sea). Han votado por él también latinos (aquellos que al aprender inglés olvidan el
En honor a Bob Dylan y su Nobel de Literatura, 5 posts diferentes que puede usté compartir en sus redes sociales. Todos ciertos, todos válidos, todos míos: El post intelectual: Bob Dylan fue (y es) aquella voz combativa que lo mismo descifraba en un estribillo a la nostalgia, el anarquismo, o la soledad. O que, en la generalidad de su obra, interpretó la naturaleza de las personas. Del hombre -como individuo, y como colectivo-. Acaso, el trabajo de todo poeta. Bien merecido. El post hipster (mamoncito): Vi a Bob Dylan en concierto. En Guadalajara, en el 2012. Me costó $300
Tu muerte me agarró a mitad de la función de El bebé de Bridget Jones. Esta vez la rechoncha cuarentona británica no sabe quién es el padre de su hijo. Se acuesta con dos, les miente, y la lía. Al final se casa con el que resulta ser el verdadero padre. El mismo tipo (de las primeras dos películas) al que no dudaba en dejar a la deriva cada vez que Hugh Grant le sonreía tantito. En mi opinión: no lo merece. Sí, Colin Firth se merecía más. Lo siento. Pensaba, mientras me bebía mi cuarta cerveza (porque, entenderás que
Me llegó una invitación en el Facebook para que asista a “La marcha en favor de la Tierra plana como centro del Universo”. Invitación con jiribilla, claro está. Por aquello de los marchantes (hoy) de moda y copiosos que reclaman como propio el derecho etimológico del sustantivo “familia”. Esos que el Sábado atiborraron las calles para exigir que el matrimonio siga siendo potestad exclusiva de los beatos. Los que solo quieren que haya maridos con maridas y no mezclas. Intelectuales del siglo XVI, aparentemente. Pronto también habrá la marcha contra la “igualdad de género”, la abolición de la esclavitud, el
No hay nada que podamos hacer. Estamos en el pedo de nuestras vidas. Tremenda debacle existencial. Inevitablemente la historia ya nos juzgará como la generación que alguna vez eligió a Trump y Peña Nieto como líderes de la especie humana. Pasaremos a ser «esos güeyes». Los que colocaron como capitanes del barco a un copetudo analfabeta y a una botarga racista. Seremos esa “generación”. ¡Oso histórico mil!. Los que se quedaron mirando –con pavor y antipatía- desde la complicidad de nuestros Feisbuks y Tuiters, esa grotesca y amorfa tertulia que fue la reunión de estos dos (personajazos) en los Pinos.
Al menos que usted viva en una de esas utopías nórdicas, los debates públicos de su realidad pasan por contextos un tanto más “dramáticos” y reales -por así decirlo-. Ya sabe, aquí en los países normales, con gente normal y corriente, nuestros debates públicos tienen que ver más con cuestiones del tipo: ¿seguimos metiendo a las cárceles a las mujeres que cometen aborto?, ¿y si dejamos casarse a quién quiera casarse con quién quiera casarse y ya?, ¿y si los ciudadanos (sin partido) también pueden contender a cargos públicos?, o –fíjese usted- ¿deberíamos dejar sin trabajo a los maestros atrasados