Ese será el título de mi próxima autobiografía. Muy ad hoc lo siento. Así como todo mío. Todo yo. Ahí en esa oración se resume mi ínfula vida. Qué pinche padre. Verán, les explico:
Días más, días menos. La vida es un resumen muy infame de lo que uno realmente fue. Muy infame y belicoso (me parece –el resumen-). Uno siempre termina minimizado a alguna breve oración que lo encapsula, lo define, lo despide, y le parte su madre todo al mismo tiempo. Un par de letritas en alguna tumba. Eso fuimos.
-Ay ese Pedrito, siempre fue tan díscolo. Pero buen hijo, eso sí.
Pedro: hijo díscolo.
-Ah que la prima Martina, tan noviera y coscolina. ¡Pero hacía unos chilaquiles… uff!
Martina: moral relajada y garnachera.
Entienda, que el peligro verdadero está en ese teléfono descompuesto que es la humanidá. Aquel Pedrito, que seguramente fue mucho más que el hijo díscolo, no regresaría de donde anda si se enterara a lo que lo hemos recortado caray. Con el paso de los años, el tiempo se encarga de barrernos los adjetivos y las comas, ya no digamos los acentos. Y nos reduce a un par de expresiones huecas que minorizan a niveles depresivos la filosofía de nuestra existencia. A qué carajos venimos, me pregunto yo.
Todo este mitote para decir que al final de estos días míos, me gustaría irme (y ser reducido) a el güey que siempre estuvo del lado chingón. Así nomás. Desde mi perspectiva -y un par de clases de Historia de la Filosofía I, II y III, y de Antropología para principiantes- encontré que la vida se reduce (sí mamacita, nosotros también te podemos reducir a ti, hazle como quieras) a una dicotomía muy particular: buenos contra malos. Así de simple. 10 mil años de evolución cultural, científica y tecnológica, simplificados a esa conjetura tan ordinaria.
Desde sus inicios, la evolución de las civilizaciones (y del homo sapiens, realmente) ha sido esta perpetua batalla ideológica de escoger entre unos u otros. Entre corrientes del pensamiento bifurcadas por el período histórico en turno, ya sea: Idealismo vs Materialismo (Jonios o Atenienses), Racionalismo vs Empirismo, Capitalismo vs Comunismo, Liberales vs Conservadores (Izquierda o Derecha), Darwinismo vs Alucinacionismo, y así. La vida siempre ha sido escoger lado. Siete generaciones de iPhones después, el invento de la rueda, la película de Inception, un par de viajes ida y vuelta a la luna, y el hombre aún sigue condicionado a tener que escoger bando teórico. Vaya perogrullo.
En el trayecto de mi escasa existencia siempre la he tenido fácil. Carajo, en este país escoger el bando correcto está pelado. Más fácil que la prima Martina. Desde temprana edad me fue simple descifrar el enigma de que el PRI (ismo) es el lado más equivocado en la historia de la existencia humana toda. No había manera (de no verlo pues). No me tomó más de 4 o 5 añitos de mi vida saber que esa NO era la opción. Ya chamaco también escogí siempre para Olimpiadas y Mundiales a Los Protagonistas de Joserra sobre La Jugada de los televisos. Me leía La Jornada para enterarme “de a de veras” lo que estaba pasando (malditos medios coludidos y sus cortinas de humo carajo, snif). Le agarré odio feo al Ame, y a los Bush. Estaba fácil carambas. Elegir lado. Siempre lo ha estado.
De las contadas ventajas de las que uno goza al provenir de una nación del “tercer mundo” (¿alguien sabe cuál es el segundo mundo? ¿porqué solo hay primero y tercero? más fácil habría sido evitarse diplomacias numéricas y optar por solo “ricos” y “jodidos”, ¿no?, ¿en qué estaba?… ah sí) de las pocas ventajas que tenemos al ser de este tercer último mundo está el saber peladamente sin miedo a equivocarse: quiénes son los buenos y quiénes los malos. Los malazos. Cuando uno está jodido y –peor aún- entre puro jodido, pues resulta consecuentemente sencillo saber que los malos son esos de allá arriba. Los que oprimen (y no sueltan). Sí, fácil, ¿qué no?.
Bueno, en mi prematura cabeza siempre ha sido esa la parte fácil. Escoger bando. Sin embargo, en el País de las Maravillas, en este el México de –ni modo- los mexicanos (soy un ferviente convencido de que este país sería potencia mundial si no fuera por nosotros los mexicanos, ash), este, el país al que Dalí amenazó con nunca regresar porque lo encontraba “demasiado surrealista” para su gusto personal, aquí: los jodidos salvaguardamos a los malazos. O sea, los salvamos y los guardamos. Son así como nuestros. Y los apapachamos. Por los siglos de los siglos, amén.
El Príncipe, Maquiavelo.
*Siempre he leído a Maquiavelo con algo de jiribilla. Como que me siento aludido. ¿No les pasa?. Piénsenlo.
No nos los quieran tocar, que ya son parte de la decoración. Y vaya que nos han costado nuestros ahorritos. El título viene al caso (disculpe usté, pero que TITULAZO: La CNTE vs los Zombies Come Memes, ¿apoco no?) porque en esta moda oportuna de hoy, donde la clase media, estudiada, mitotera, revoltosa y panchera con cuenta en Facebook se encuentra en la encrucijada de su vida: ¿qué lado tomar?, ¿pa dónde los buenos y pa dónde los malos?, ¿qué meme está correcto compartir?.
Pues bien, la batalla ideológica se ha reducido a: o los maestros secuestradores de calles que con su huevonería desmedida y sus múltiples e interminables privilegios laborales han terminado por arruinar la educación de nuestros pequeños, o aquellos de corbata anudada, pelo relamido, hijos de papi, columnistas, comentócratas, opinólogos, burócratas, secretarios o presidentes del país que nos quieren vender ese cuento. Pues nada, yo lo he tenido clarito desde el comienzo. Pero claro: ¡México!.
A mi me da un no sé qué cada que veo a uno de esos guapotes de corbata empoderados en sus tronos o plumas echándose un discursito progresista liberal de 3 pesos con 50 centavos. Esos guapetones que usted ve en la tele. Los que enfundan el traje y no atinan en dar con la capital de Veracruz. Los que viven en giras por el primer mundo llevando las buenas de que ya contamos con leyes harto peligrosas para los maestros idiotas rezagados por el hambre o la huevonería. Esos, los de diplomados en Yale y desayunos en Polanco con cargo al erario y chofer en puerta.
Yo no estoy para defender a nadie. Nunca lo he estado. Con trabajos me puedo defender a mi. En mi casa mi vieja siempre gana (#truestory). Así que, no estoy para hablar en nombre de nadie. Nunca. Ni por todos los maestros de mi barrio, ni aquellos de mi estado, ni mucho menos del país entero. Seguramente los habrá huevones y los habrá aviadores. Los habrá honestos y los habrá tramposos. Mas de dos (estoy convencido) habrán aceptado alguna vez la mordida del alumno rezagado, y más de tres o cuatro habrán alguna vez redondeado ese 5.9 a 6 (para felicidad del escuincle). Habrá grilleros y los habrá abstemios. Los que cobran sueldo mínimo (los más) y los que cobran por triplicado (los menos). Los habrá irresponsables y gandallas. Y los habrá también (estoy seguro) los entregados. Los habrá feos y los habrá guapos. Morenos o altos, viejos, jóvenes, con maestría, sin maestría, con inglés, sin inglés, con español o con puro tzotzil. Los habrá veganos, lacto vegetarianos o carnívoros. En esta villa del señor llamada Mexicolandia cohabitamos un tutti frutti ilimitado de posibilidades. Todas igual de sabrosas (y justas). Siempre he creído que ese es el secreto de nuestro encanto.
Bien, un día el Estado se decidió a reformar la educación. Y decidió que ya no seríamos más un país de analfabetas retrasados (muy bien). Y decidió para esto empezar con los de abajo (claro). Y resolvió que el camino más rápido sería el de echar culpas (por supuesto). Y que maestro que no pasara el examen: bye bye (obviamente). Y que ni rezongaran, que por su culpa estamos como 50 años retrasados con las otras naciones de la OCDE (pérame tantito). Y que no habrá negociación (ah carajo). Que aquí mandan ellos (síguele, qué más). Y que si la hacen de pedo hasta los aguinaldos les volamos (mira qué bonito). Y que ya basta de estarse agrupando para echar grilla y pelear por sus derechos (ande pues). Y ni piensen que van a cobrar ésta quincena porque no han ido a hacer su examen (uy qué mello). Y si los volvemos a ver en la calle y nos tiran con piedras pues, los matamos (¿y su nieve de qué la quieren?).
Al Estado y esos guapetones encorbatados, periodistas, columnistas, y opinólogos de mundo alto no se les ocurrió nunca una reforma educativa que revisara la currícula escolar, o mejorara la infraestructura educativa poniendo escuelitas con baño, techo y computadoras con wifi. O, porqué no, darles de comer a los chamaquitos antes de abrir el libro. O acrecentar la partida presupuestal para becas. O qué sé yo, abrir un mapa y darse cuenta de que no todos los estados, ni todas las escuelas, ni todos los maestros se envasan en el mismo molde. O –ya en un caso de extrema locura- mejorar las condiciones de vida de los papases mexicanos. Se fueron a querer joder gente. Como siempre. Y eso a mi ya me enchina los tanates. Seguramente la CNTE -y muchos de los otros tantos sindicatos de este talentoso país- necesita una remasterizada. Pero eso es harina de otro costal. Canción de otros cantares. Pachanga ajena. No nos compete a nosotros irle a exigir a los maestros que cambien la forma en la que gobiernan su profesión. Los sindicatos existen per se para eso. Vaya usté a administrar su propia casa, ande.
Lo que ya no tiene mamá (y aquí pinto mi raya), es que la belicosa reforma estructural que promete mandar a la calle a todo maestro que no sepa la raíz cuadrada de 64, ha sido propuesta, promulgada y vendida, por un Presidente que no ha sabido nombrar 3 libros en “una Feria Internacional del Libro”, que ha despedazado a héroes patrios, renombrado capitales y rebautizado estados. Carajo, escoger bando nunca ha sido más fácil, ilustres Zombies Come Memes.
Repitan:
-Nunca escoger el lado de los que matan y dejan sin trabajo.
No es física cuántica chavos. Si lo que quieren que aceptemos es que por ley en este país no estén permitidos los maestros pendejos pero los Presidentes sí, pues el chiste se cuenta solo, ¿qué no?. A mi se me ocurre, para quedar contentos todos, que se amplíe la redacción de la Ley y que ésta nos alcance a todos. Que sea pareja. Todos presentamos el examencito y todos nos jugamos el puestecito. Incluido el Primer Mandatario (qué nervios). Yo así sí le entro.
Mi tumbita, esquela y conciencia tranquilas están.
Amén.
(De verás que no hay idea).
Carajo.
…
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