Va a estar largo, así que mejor váyase por el cafecito y apágueme el guatsap. Pare oreja. Se va a poner bueno. No pierda detalle. Aquí mis reflexiones (y desenredos) sobre los mitos más difusos de uno de los hombres más complejos de la reciente historia política mexicana. AMLO: el eterno redentor. El mito. El “populista”. Nuestro “mesías tropical”. La última coca en el desierto.
¡Ah! y también de la bola de gatos que como él pretenden gobernar el país. Puro candidato bien. Y así.
Empecemos por lo primero (obvi). Por lo bueno. El PRI y su candidato de Yale: José Antonio Meade. (Spoiler alert) No pasará de un párrafo, se los prometo.
Los tecnócratas.
Los últimos 30 años México ha sido gobernado/administrado por tecnócratas. Entendidos como aquellos mexicanos bien, con títulos del ITAM y pasantías en Nueva York, veranos en Harvard y doctorados en economía avanzada primermundista. A partir de 1988, y con la entrada de Carlos Salinas de Gortari a la presidencia y la privatización de la mayoría de los bienes del estado: Banca, Telefonía, Televisión, Industria Minera, entre otros, los puestos clave del gabinete presidencial en economía y finanzas han ido a parar a manos de estos “mexicanos bien”. En ellos palabras como: “estabilidad”, “inversión”, “PIB”, “tasa inflacionaria”, “macroeconomía”, “desarrollo”, “crédito” y demás términos harto intensos son de librito. Gobiernan desde la teoría académica y desde la élite. Firmaron el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, y metieron todos nuestros huevos a esa canasta: la del neoliberalismo. 30 años después el neoliberalismo nos ha venido a patear el trasero a todos (incluidos Gringos y Canadienses), y hoy nos volvemos a sentar en esa mesa para ver cómo carajos arreglamos el desmadrito. Las cosas se salieron de control. El mundo está lleno de ricos muy ricos, pobres muy pobres, y una clase media en peligro de extinción.
José Antonio Meade no solo representa al PRI (que ya de por sí es pedo profundo), sino que representa eso, y a esos (por eso ha dirigido más de 6 secretarías sin importar el partido en en el poder PRI o PAN) . Y sobretodo, representa aquél modelo de libre mercado que ha terminado por convertimos en un país estancado en la mediocridad. Un país de 53.4 millones de pobres para ser exactos. ¿Se acuerda usted de Ernesto Zedillo Ponce de León? ¿Verdad que no?. No se preocupe, nadie se acuerda. Él también estudiado en Yale y con una amplia carrera en los gabinetes de gobiernos priístas. Fue nuestro presidente 6 años y nadie se enteró. Un gobierno de José Antonio Meade se acercaría mucho a eso. A una apuesta profunda por la “macroeconomía” mexicana y la estabilidad de mercado internacional y su putamadre. Ósea, que mientras que la cifra ésta de 53.4 millones de mexicanos pobres no suba a 70, será trabajo bien hecho. Y ya, así nomás. A eso súmele el lastre de arrastrar al partido político que durante 100 años ha administrado este país. Y que ha hecho de la corrupción el mode de vie nacional. Pronto nos quedaremos sin espacio para encarcelar a ex gobernadores y esposas. El PRI representa el proyecto de país de los últimos 100 años en México. Un país sumergido en los últimos índices de competitividad global, desarrollo, justicia, seguridad, igualdad o lo que usted quiera medir: no debería seguir habiendo un PRI en ninguna boleta electoral. Punto. Caput.
La desaparición del PRI (y del priísmo) no debería ser un tema a discusión en este México 2018. Seguir discutiéndolo implicaría aceptar la premisa ineludible de que cada pueblo tiene el país que se merece. Tan tan. Fin.
Ricky. Riquín. Canallín.
Épica, monumental descripción del que no le quepa duda: es el peor de los candidatos (incluyo aquí al mochador de manos Bronco, y del que no pienso hablar más). Sustituya usted la palabra peor por “peligroso” (porque sí, ya me voy a poner yo amarillista). Ricardo Anaya representa el estereotipo del político gandalla que lucha por la pura ambición de poder. Aquél político que no es ni de derecha, ni de izquierda, ni de centro, ni radical, ni liberal, ni conservador, ni estatista, ni populista, ni reformista, ni luchador social, ni ciudadano, ni político, ni más de lo mismo, ¡ni nada!. Escoja usted lo que quiere que sea y eso será. Camaleónico. Da igual. Lo bien promotor del Pacto por México o en contra. O presidente de la Cámara de Diputados y palero de gobierno a justiciero nacional (ya amenazó con meter a medio México a la cárcel). Ricardo Anaya supo leer la coyuntura nacional (pendejo pendejo tampoco es), y entendió que la única forma real de ganar unas elecciones en este México lacerado sería disfrazándose de Emmanuel Macron. Así que, secuestró su partido político (y lo dividió), se armó un disque “movimiento ciudadano” o “frente” -o lo que sea, nos “prometió” una plataforma bien autónoma para elegir un candidato bien ciudadano e independiente (mientras se repartía el pastel con los Chuchos, Barrales y demás satélites) y chan chan chan chan: ¡que la plataforma lo elige candidato!. Se armó unas presentaciones bien acá en su pogüerpoint, nos promete convertirnos en Alemania, y se envuelve en la bandera de nuestro candidato ¡antisistema!. Si no fuera tan hijo de puta lo amaría. Es nuestro Frank Underwood. Le vendería su alma al diablo. O a su vieja. Su amigo de la infancia (ups). O a quién tenga que vender. No lo pinches dude. Y –guarde usté este tuit- si Ricardo Anaya no resultara triunfador este Domingo (cruz cruz): volverá a ser candidato presidencial. Aquí lo leyó primero. No descansará hasta gobernarnos. La meta es el poder por el poder mismo.
Sin embargo, su verdadero peligro radica en su simulación. Su presidencia replicaría los 12 años de cambio político simulado que ya probamos con Fox y Calderón. Un cambio simulado que huele y sabe a derecha. Un país sumergido en la pobreza no puede darse el lujo de tener gobernantes de derecha. No sean así de radicales. Carajo.
…
Andrés Manuel López Obrador encapsula un montón de mitos y leyendas que en su mayoría suelen ser eso: mitos. Leyendas venidas a simplismos torpes que no suelen más que alentar el odio o el entusiasmo. El análisis de AMLO (hecho en su mayoría por los ultra intelectuales de la tele y repetido por los titulares de periódicos) suele reducirse siempre al binarismo: o es un libertador o es un peligro. Alguien que nos llevaría a la ruina o al primermundismo. Y tiende a omitirse la explicación natural de una persona/proyecto complejo. Vamos aquí desbaratando el desmadrito. Síganme. Saquen calculadora.
La Mafia en el Poder.
Quizá la mayor de sus onomatopeyas. El hilo conductor de todos sus discursos. El frijol de todos sus arroces. Que sí, que en principio puede sonar a ocurrencia, paranoia, chistorete. Que sí, que después de la milésima vez puede sonar cansado, repetitivo, latoso, unitema. Sin embargo, la frase simplifica algo que muchos académicos en el mundo han venido publicando durante los últimos 50 años. Desde Keynes a Giddens o Chomsky, y que tiende a ser un problema en la mayoría de las sociedades industrializadas o no: la acumulación de poder.
Llámese monarquía, aristocracia, nobleza, oligarquía (dependiendo de la época en que usted se sitúe) la acumulación de poder en todas sus formas tiende a ser un status quo en la mayoría de las sociedades modernas. Grupos de poder que acumulan/controlan el timón de sus colectivos. La toma de decisiones en manos de unos pocos.
En Estados Unidos se le conoce como “el 1%” en referencia a diversos estudios que demuestran que el 1% de su población controla el 99% de los medios productivos/riquezas del país. Así como lo oye, el 1% dueño del 99% de toda la riqueza de un país. Los Afrikáners en Sudáfrica, quienes solo representaban el 14% del total de la población en el país africano, lograron controlar la economía y política en favor de los blancos durante más de 50 años hasta el fin del apartheid en 1992. Las monarquías siguen existiendo en Europa (no mamar) aunque su poder político ha sido mermado casi nulificado en la actualidad. Sin embargo, grupos de poder existen en la Gran Bretaña, Alemania, España, Italia, Rusia, América Latina y la casi totalidad de las naciones del mundo, occidentales u orientales. Unos pocos decidiendo siempre el destino de la mayoría. La democracia, en la mayoría de los casos, simplemente ha venido a legitimar a estos propios grupos de poder. Mientras en Estados Unidos la política gira en torno al dinero, las elecciones se ganan a punta de dólares. En los países de la América Latina, el control se estableció mediante dictaduras o elecciones de estado. Elecciones simuladas.
Cuando López Obrador hace referencia a esa “Mafia en el Poder”, lo que hace es una referencia a esos pocos que han estado y siguen estando en las decisiones políticas del país. ¿Sabe usted cuánta gente de Atlacomulco ha gobernado este país, o el Estado de México? Un minúsculo municipio del centro de México ha parido más gobernadores que ningún otro. O ¿Sabe cuánto pagó Carlos Slim por la propiedad de Teléfonos de México? o ¿Cuánto Germán Larrea por los derechos de expropiación minera? o ¿Salinas Pliego por los derechos de Imevisión? ¿No está usted harto de seguir viendo a Fernández de Cevallos en todas las legislaturas del mundo, y en todas las pachangas priistas y panistas, o en todos los malditos programas de opinión política? ¿Sabe usted cuántos Yunes han competido a la gubernatura de Veracruz en los últimos 3 años, entre primos, tíos e hijos? o ¿Cuántos rectores universitarios de apellido Padilla lleva la Universidad de Guadalajara en los últimos 30 años?.
16 mexicanos en la lista Forbes de los hombres más ricos del mundo. Los mismos apellidos una y otra vez en todas las listas electorales del país. Los hijos, sobrinos y cónyuges traspasando el poder cada sexenio. Ninfa Salinas (hija de Salinas Pliego) de senadora plurinominal, o el Niño Verde (dueño de un partido político fundado por Salinas de Gortari) en un partido autodenominado “ecologista” pero que a su vez propone la pena de muerte. Una ley de telecomunicaciones redactada en las oficinas de Televisa. Una empresa petrolera internacional subsidiando la campaña presidencial de Peña Nieto a cambio de contratos gubernamentales. El hijo del gobernador de Morelos en la boleta electoral para suceder al padre. La esposa de Moreno Valle para sucederlo en Puebla. El Consejo Coordinador Empresarial detrás de cada reforma de ley.
Eso. Eso, queridos lectores. Es. La. Mafia. En. El. Poder.
Populismo
La palabra de moda. Si usted se considera una intelectual en proceso debe aplicarla cada espacio conceptual con intervalos de 5 minutos. Que si el populismo esto, que si el populismo aquello. Que si este es un populista. Que si el populismo es para tontos. Que si aquí y allá. Mucho se ha escrito seriamente sobre el tema, sin embargo, el término “populismo” no termina por encapsular nada. O por definir algo. Un rumbo, un trazo. Por lo menos no de una forma determinante. Que si el populismo de izquierda o el de derecha o el nacionalista o el racista.
Lo articuló bien Barack Obama en aquella reunión con Trudeau y Peña Nieto frente al discurso proselitista del presidente mexicano contra los “populismos” del mundo (queriendo quedar bien):
Peña Nieto: “actores políticos, liderazgos políticos que asumen posiciones populistas y demagógicas, pretendiendo eliminar, o destruir lo que se ha construido, lo que ha tomado décadas construir, para revertir problemas del pasado”…
Obama: “Me preocupo por la gente pobre, que está trabajando muy fuerte y no tiene la oportunidad de avanzar. Y me preocupo por los trabajadores, que sean capaces de tener una voz colectiva en su lugar de trabajo… quiero estar seguro de que los niños están recibiendo una educación decente… y creo que tenemos que tener un sistema de impuestos que sea justo”… “Supongo que eso me hace un populista”.
Yo: Obama, ¡vete por las cocas!.
El término “populista” –me parece-, termina por ser un adjetivo que determina la posición ideológica de un político frente al tema de la representación. Un político que decide hablarle a ese 99% de la población (y no a ese 1%). Un político que decide enfocarse en los problemas de ese 99%, y no en los de ese 1%. Sin embargo, el populismo no determina la forma de hacer política. No es una escuela, ni un programa gubernamental o corriente epistemológica. El cómo resuelve esos problemas radica en otros universos académicos o filosóficos. El populista, sencillamente, es una persona con sentido común que busca atender los problemas de las masas. El cómo, es otro cantar.
El populista diagnostica (muy a menudo de forma correcta) los malestares colectivos. Y sobre eso plantea una plataforma de corrección. México es un país amputado. Convaleciente. En fase terminal. Con fosas de muertos en cada esquina. Con cabezas colgando de puentes. Con gobernadores prófugos o en procesos de extradición. Con niños sicarios y niñas explotadas. Decir que hay que fijarnos en nuestros ancianos, y nuestra juventud, y en nuestras universidades, y nuestros maestros, y en nuestras minorías mas olvidadas no es populismo. En un país recalcitrantemente jodido el “populismo” es mero sentido común. En un país como México, decir que es tiempo de gobernar para los que nunca han tenido nada es eso. Mero sentido común.
Eso es un populista. Un güey que decide empezar a hablar por los que nunca han hablado. Por los que nunca han sido representados. Por los que nunca han sido gobernados.
Sí. Apúntenos todos en la lista carajo.
Neoliberalismo.
La URSS perdió la Guerra Fría. El mundo se hizo capitalista. La oferta y la demanda sistematizan nuestras vidas. Es una batalla ganada (o perdida). Da igual. Es lo que es. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial el mundo se dividió entre capitalistas contra comunistas. Sin embargo, 70 años después: el capitalismo ganó. La mayoría de las sociedades occidentales adoptaron el capitalismo como modelo económico. Es la moneda de cambio mundial. Todos jugamos al mismo juego. No hay cómo echarse pa atrás.
Los padres del capitalismo moderno (Smith, Locke) veían en el libre mercado y en el liberalismo político el único camino para el desarrollo humano. Asegurándonos que, solo a través de la desregulación de mercado el humano alcanzaría el éxito. Vamos, que entre menos se meta un gobierno a poner reglas los mercados prosperarán mejor. A menos reglas: más riqueza. Se argumenta por lo tanto que, mientras menos participación del estado en la economía y en las finanzas de un país, ésta se activa de forma más acelerada. Ya sabe, menos impuestos, menos aranceles, menos regulaciones, menos trámites, menos todo: incentiva la inversión. Hacia los años 90 y con la firma del Tratado de Libre Comercio con América del Norte, México adoptó este modelo económico. El modelo de “incentivar la inversión” (¡Auch! frase de mexicano bien). 30 años después, este modelo económico nos ha pateado el trasero a mexicanos, gringos y canadienses por igual. Smith y Locke no contaban con la ambición natural del humano promedio. Los mercados por sí mismos no se encargan de repartir la riqueza de forma justa entre sus individuos. Por el contrario, los mercados se encargan de acrecentar las desigualdades. México entró entonces en una guerra con sus países vecinos por ver quién legislaba leyes laborales más pinches (sin prestaciones laborales, sin contratos de antigüedad, sin repartición de utilidades, sin prestaciones de vida o pensiones) para “incentivar la inversión”. Así, la mayoría de manufactureras de automóviles se asentaron en México. Y montón de maquilas más. Haciendo de este un país de maquiladores mal pagados. 30 años después los gringos de clase media se quedaron sin trabajo. La explicación es muy sencilla: La General Motors prefiere venir a pagarle 8 dólares al día a un montón de mexicanos que pagar 8 dólares la hora a sus propios ciudadanos. Luego entonces, Estados Unidos se queda con una clase media sin trabajos, y México con una clase media que raya en la pobreza. 30 años después lo que ya sabemos, es que lo único que incentiva el neoliberalismo es el margen de utilidad. Haciendo a los dueños de empresas más ricos, y a los trabajadores más pobres. La brecha salarial se acrecienta y la desigualdad económica alcanza niveles ridículos. Esto de “incentivar la inversión” es un eufemismo para decir “¿dónde puedo invertir mi dinero pagándole a mis trabajadores el mínimo y pagando lo menos de impuestos posibles para que yo y mis accionistas podamos vomitar más dinero?”.
Socialdemocracia.
Paralelo a esto, en algunos países de la Europa de la post guerra, y a través de movimientos sindicales y siempre sobre la vía democrática: se instaló un modelo de gobierno hoy conocido como Socialdemocracia. Donde básicamente se establece al capitalismo como modelo económico y al estado como el encargado de regular la repartición de justicia social tanto en temas políticos como económicos. También conocido como modelo de Economía Mixta. Una especie de híbrido entre capitalismo y socialismo. La mayoría de académicos serios sitúan a López Obrador dentro de este espectro. Él mismo así se define. Y si usted se ha tomado más de 15 minutos en leer sus propuestas o escucharlas, sabrá que ni es comunista, ni es socialista, ni está en contra del “imperialismo yanqui” y del “colonialismo opresor”. López Obrador lo que rechaza es el modelo neoliberal y simplemente propone uno de economía mixta.
Cierto, Estados Unidos (el padre del neoliberalismo) es el país más rico y desarrollado del mundo. Sin embargo, no el que posee la mejor calidad de vida. Esos países que garantizan la educación en todos sus niveles a todos sus ciudadanos, o el acceso a la salud gratuita, o a pensiones dignas, a seguros laborales (para cuando uno se queda sin trabajo), o a 1 mes de vacaciones pagadas anuales, son países con modelos de Economía Mixta: Finlandia, Suecia, Noruega, Suiza, Canadá, Nueva Zelanda, Australia, Alemania, etc. La lista anual de los 10 países con mejor calidad de vida elaborada por la OCDE son todos de economía mixta. La discusión sobre si es el neoliberalismo y el libre mercado incentiva la igualdad y mejora la calidad de vida de sus ciudadanos, es una batalla perdida. Me temo.
El modelo de economía mixta propone un estado encargado de regular que nadie se pase de lanza. Que los ricos no se vuelvan inmensamente ricos, y que los ciudadanos por igual tengan acceso a las necesidad básicas. Un joven de 30 años que se ha quedado sin trabajo en España, por ejemplo, tiene acceso a una prestación conocida como “paro laboral”, donde el gobierno básicamente se encarga de seguir dándole el mismo sueldo que percibía hasta antes de ser despedido mientras encuentra otro trabajo. Así el joven no tendrá que irse a vivir a la calle. En Alemania, por ejemplo, está penado con multa que a un trabajador se le intente contactar en horas fuera de su trabajo. Así como lo oye. Si usted recibe un correo electrónico de su jefe en la hora de la cena, bien podría demandarlo. En Finlandia, los salarios mínimos rondan los 3,000 Euros mensuales (casi $60mil pesos). En Francia cada trabajador goza de 1 mes de vacaciones pagadas al año. Sí, ¡un puto mes!. En Suiza se ha intentado promover una ley que prohíba a los Directores Generales de las empresas (CEOs) ganar más de 12 veces lo que el trabajador menos pagado de la empresa. ¿Se imagina esto? ¿Se imagina a AMLO promoviendo una ley que prohíba a Azcárraga ganar 12 veces más que su barrendero? Los comentócratas de la tele le dirían que es un Hugo Chávez dictador hijo de Fidel Castro. Sin embargo, en países como Suiza son temas de política pública de lo más normal. Así pues, la propuesta de Obrador en temas como becas, asistencia social, educación y salud gratuita, son propuestas que en otros países (con mejor calidad de vida) ya existen, y que solo buscan resanar la vida económica y social de los sectores más bajos. La meta es tener un país menos desigual. Y para esto, se debe usar el estado.
Venezuela.
Ya le expliqué la diferencia entre comunismo y socialdemocracia. Y como el discurso de AMLO se acerca más al de un estado benefactor (como en los países socialdemócratas) que al anti imperialista yanqui comunista. Sin embargo, acá un par de datos más.
La fórmula del “nos van a convertir en Venezuela” se patentó en México, en aquella primera elección de Obrador en el 2006, sin embargo, se utiliza en todas partes del mundo como propaganda política por partidos de derecha. Se utilizó contra Podemos en España, contra Gustavo Petro en Colombia, contra Guillier en Chile, contra Scioli (y el kirchnerismo) en Argentina, contra el Lulismo en Brasil, y así hasta el infinito. La premisa es sencilla: Venezuela apesta y si eres de izquierda seguro apestas también.
No ahondaré mucho en el tema. Me parece que 12 años después la propaganda ha terminado por perder fuerza. Lo de Venezuela es un tema aparte (y por eso no desperdiciar un calificativo a una situación ajena compleja y difícil de traducir) sin embargo, la comparación es ridícula. AMLO ha propuesto infinidad de veces someterse a una revocación de mandato cada 2 años (y se le ha atacado igualmente por lo mismo en toda mesa de análisis político). Porqué no, cada 2 años, vamos viendo si nos estamos convirtiendo en Venezuela, y si sí, pues lo mandamos a la chingada y ya. En este espectro de las comparaciones políticas, López Obrador se acerca más al discurso de Zapatero en España, Bernie Sanders en Estados Unidos (declarado por él mismo el primer socialdemócrata americano), Lula Da Silva en Brasil, Mujica en Uruguay o al de Bachelet en Chile. Si esto es bueno o malo es otra cosa. Sin embargo, dentro de los espectros políticos, lo justo es situarse donde a uno realmente le corresponde. Lo demás son tonterías.
Corrupción y voluntad política.
Otra top 5 favorita de los neo intelectuales en proceso de aceptación: “Es que todo lo quiere solucionar con la corrupción”, “no sabe decir otra cosa”, “de dónde va a sacar todo el dinero que necesita”, “son puras ocurrencias, despierten México”, “engañabobos”, “demagogo”, “ya nomás porque él no es corrupto los demás no van a ser” “nomás dice que va a acabar con la pobreza pero no nos dice cómo”… venga, ¡apláudanse!.
Andrés Manuel López Obrador lleva 16 libros publicados en 27 años. Si usted no se ha tomado la molestia de leer ninguno de ellos no puede utilizar la cantaleta de “es que no nos dice cómo le va a hacer”, porque ahí está escrito el cómo y el porqué. Si a usted la ha dado hueva leer su proyecto alternativo de nación pues el pedo es de usted. En su “2018 La Salida. Decadencia y renacimiento de México”, traza mediante relatos históricos y periodísticos los mayores problemas del retraso económico y social del país. Dibuja de manera muy cruda y real, la repartición de la riqueza en México a partir del gobierno de Salinas. Cómo es que después de 30 años de neoliberalismo desmedido y de capitalismo de cuates se llegó hasta aquí. Y, además plantea, ciertas rutas a trazar para corregir los problemas de atraso. El mayor de ellos pasa por la corrupción y la impunidad. Dejar de simular que se gobierna para, efectivamente, gobernar.
También explica de manera persistente que no es necesario hacer más leyes o reformar la constitución para lograr esto. La constitución actual ya prohíbe el tráfico de influencias y el peculado. También prohíbe que los gobernadores usen el dinero de sus estados para construirse casas o ranchos, o para comprarse aviones privados. Y prohíbe además el uso discrecional de los recursos del estado o las triangulaciones monetarias tipo Estafa Maestra (para desviar más de 400 millones de dólares de diversas secretarias). Ya tenemos un instituto nacional de transparencia, encargado de hacer pública toda la información pertinente al estado y sus gastos, pero que a veces decide no hacer público nada. Y tenemos una Procuraduría de la República, y un Instituto y Tribunal Electoral que deciden nunca anular elecciones aunque se compren los votos o se quemen las urnas o se “caigan” los sistemas. O que deciden hacerse de la vista gorda cuando los gobernadores huyen del país con el dinero del estado. Ya tenemos una constitución -desde 1917- que garantiza la educación básica gratuita y el acceso a la salud (países como Estados Unidos, por ejemplo, aún no lo tienen) sin embargo, en los hechos nada de esto importa. México es el país de la simulación.
Cierto es que en algunos trazos Obrador se queda corto. Muchas de estas observaciones han sido hechas por organismos como Democracia Deliberada, entre otras voces, como por ejemplo, su programa de rescate nacional para la Policía, que parece más un compendio de buenas voluntades que un proyecto en forma. Sin embargo, en la mayoría de los temas, se especifica el cómo, el cuándo y el porqué. No obstante, la premisa máxima del proyecto obradorista radica en un solo eje: dejar de simular y gobernar. López Obrador afirma que lo único que se necesita para corregir el rumbo del país es dejar la simulación política. Dejar de simular que se quiere combatir la corrupción y simplemente dejar de ser corrupto. Dejar de simular que se pretende acabar con la pobreza y simplemente fomentar la economía interna.
Para esto, y ante todo, se requiere primeramente de voluntad política. Ahí les va una analogía muy padre y simpaticona. Suponga usted que quiere bajar de peso. Ha decidido que se les ha acabado su gordito. Y entonces se toma unos diplomados en metabolismo, y en nutrición avanzada. Y contrata los mejores dietistas del planeta mundial, y a los mejores entrenadores físicos. Gasta un madral en equipo de gimnasio para acondicionar su departamento. Y hasta -porqué no- en guardarropa nuevo talla S para la motivación. Inclusive cambia su estatus del Facebook a “soltero y sin compromiso”. Sin embargo, si usted no se levanta todos los días a hacer ese ejercicio, y a comerse esas dietas bajas en calorías, y a no comerse esos chocorroles, su plan de eliminar la panza chelera se podría ir al carajo. ¿Cierto?. A eso se refiere AMLO con voluntad política. Dejar de hacerle a la mamada y hacer lo que uno dice que iba a hacer.
López Obrador, por ejemplo, es el único de los candidatos que en sus 3 elecciones a presidente presenta su gabinete de trabajo antes del día de la elección. Una forma fiel de demostrar que una vez ganadas las elecciones no se pondrá a repartir secretarías como pago de favores a nadie. Ni Ricardo Anaya ni José Antonio Meade han querido hacer lo mismo. Argumentando que eso se haría después en tiempo y forma (bla bla bla). López Obrador ya ha presentado su gabinete (meses atrás) y, además, ha presentado un gabinete plural, compuesto por 50% mujeres y 50% hombres. Así, sin hacerle a la mamada. Todos ellos provenientes del ámbito académico o la sociedad civil. Nada de que “aquí va mi hijo” y “acá va mi sobrino o mi cuate de la prepa” y “acá la líder sindical” y su putamadre.
En López Obrador convergen las dos cosas: un proyecto de nación (publicado y que usted puede leer cuando le de su gana, con sus matices y sus errores y sus huecos), y voluntad política. ¿Es esto suficiente para convertir a México en mega potencia mundial?. No sé, no soy adivino. Pero me parece un buen comienzo.
Que si no habla inglés, que si qué pena que vaya él a representarnos con otros países en la ONU, que si viejito retrógrada, que si qué oso, que si esto y el otro. Muy bien. Se merece usted un país como el que tiene.
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Sí chavales, por estas y un par de razones más pero que ya me está dando mucha hueva explayar: es un honor estar con Obrador. Con un cabrón que ha visitado los casi 2,500 municipios del país más de 2 veces. Sin hacerle a la mamada. Se ha tomado la molestia de ir 2 veces a visitar Ajuchitlán del Progreso, y Atenango del Río, Ocosingo y Huatabampo. ¿Usted iría? Yo no la verdad. Un güey que durante mas de 50 años de vida política jamás se ha robado un peso o ha robado para los suyos. ¿Usted podría no robarse un peso? Yo no estoy tan seguro de mi mismo siendo honestos. Un tipo que genuinamente busca erradicar la pobreza y atender la desigualdad. Alguien que hasta el cansancio se ha parado del lado de los oprimidos. Sean campesinos, o estudiantes mutilados, o maestros amedrentados, o encarcelados políticos, o indígenas desplazados. Eso ha sido el güey durante 50 años. Vamos respetando al tipo.
¿Que le va a salir el proyecto de nación como él quiere?. Eso sí ya no me pregunte. Lo platicamos después.
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Sí decir que el honor de estar con Obrador no es una mera cursilería de izquierdoso chairo. Es la apuesta sincera por un país mejor. Un país sin descabezados. Con adultos mayores atendidos y niños educados. Un país con vacaciones pagadas de 1 mes. Me he pasado la vida sentado leyendo esperando por este maldito momento. Así que, si usted no sabe por quién votar aún: ¡le ofrezco $25o pesos por su voto! ALV. Será mi contribución a la causa. Presupuesté 2 mil pesos para esto. Así de chingos quiero a mi México. Porque en la izquierda ya también compramos votos. Nos vale madres. Y denúncieme con la FEPADE. El chiste es ganar. No me jodan. Inbox si quiere sus $250 pesos. ¡ALV AMLOve!
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Que sí. Que las encuestas dicen que va a ganar. Y fácil. Pero he vivido 34 años en este país ya para saber que el Domingo en la noche le prendo a la tele y resulta que «ganó Anaya». Y entonces sí, ¡se les acabó su gordito!.
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El que se va de este país si eso pasa escúchelo: ¡soy yo!. Todavía estoy a tiempo de ser Finlandés.
…
¡Llame ya!.
¡No inventes! Este artículo es lo que todos debemos leer antes de salir a votar. Gracias por explicar con manzanas lo que todos queremos o hemos intentado hacer entender.
Esperando que la gente habrá los ojos. Ya veremos los resultados esta noche. Suerte AMLO
Tengo que aceptar que yo soy de esas que decía «ya está viejito». Creo que más que otra cosa ya me daba mucha hueva verlo cada seis años, sin embargo, hoy has despertado eso llamado «interés» en mi, jamás me di a la tarea de leer sus propuestas pero prometo que en este justo momento lo haré. Al parecer has conseguido un voto más, gracias por aclarar mi mente. ¿y mis $250 pesos qué? Jaja saludos.
Está con todo, solo por eso mereces una coca de 2 lt. Pásame la cuenta y te deposito